lunes, 6 de junio de 2011

Más MaderaAndrés García Ibáñez


PUTREFACTOS DEL ARTE CONTEMPORÁNEO.
El mercado moderno trajo para el arte un cambio considerable y un peligroso principio de globalización “democrática” que no ha parado de crecer. Una globalización sumisa a los principios capitalistas contemporáneos, como en cualquier otro orden de la vida, profesión o actividad económica; demanda de producción que mide a los artistas por su capacidad de producir dinero, de llegar a un mayor número de consumidores. La situación actual relega al artista a un plano casi inapreciable; diríase que los verdaderos agentes de importancia son toda la pléyade de “profesionales” ad hoc, surgidos al amparo del producto artístico. Aquí y ahora los creadores no pintan nada; galeristas, marchantes, comisarios, curadores y políticos son los amos de un sistema que hiede por todos los costados. Y no hay más remedio que pasar por el aro.


Cuando empezaba a exponer y me ilusionaba con dar a conocer mi obra, caí pronto en la cuenta que las ferias eran el escaparate más eficaz para llegar a un considerable número de gentes en muy pocos días; miles de personas podían ver tus creaciones en apenas una semana. Pero siempre me chocó –y ahora me indigna- que un artista no pudiera alquilar un stand de la feria en solitario y directamente, sin necesidad de ir con el fenicio de turno. Las ferias se montan para el negocio de galeristas; esta política hace imprescindible la figura del vendedor, como si un creador fuera un negado para los negocios o necesitara siempre al marchante o representante a su lado. Y aunque me pasee por múltiples ferias, aprendí pronto a detestarlas; pronto noté que la calidad y poesía del producto no interesaban a nadie, ni siquiera a la mayoría del público. Descubrí un mundo comercial análogo a cualquier otro, y ví como el galerista no se diferenciaba de otros chamarileros o charlatanes. En algunos casos, incluso, se acrecentaban todos los vicios e imposturas del oficio.


Pero, aunque parezca increíble, todavía existe un mayor grado de perversión para una feria de arte; me refiero a una tipología de evento de carácter oficialista, plegado a los intereses de un determinado grupo hegemónico. ARCO es un ejemplo elocuente de cuanto pretendo comunicar; una feria pagada en su mayoría con dinero publico para lustre y exhibición del grupo de poder, figurantes incluidos.


ARCO atesora todos los vicios de cualquier feria de arte contemporáneo e incorpora, además, la endogamia y el sectarismo como sello de la casa. No es un escaparate abierto a la pluralidad creativa de hoy; solo se admiten determinadas galerías que pertenecen al club selecto que maneja el cotarro en España y extranjeras afines, escogidas por su supuesto prestigio o con intención de otorgar un cierto aire “internacional” al evento. Se da muchas veces la paradoja de que artistas españoles han de entrar en ARCO a través de galerías europeas o americanas, pues las españolas que los representan están vetadas por el comité de selección. En el arte figurativo-realista, por ejemplo, una sola galería ha ejercido su veto continuado, de suerte que ella es la única que presenta obras de este tipo, eliminando cualquier posible competencia.


En un país donde no existe apenas coleccionismo privado y se lleva con orgullo una ancestral incultura, ARCO es un montaje ficticio para los vividores de lo publico; con nuestro dinero se monta un sarao para que las galerías de siempre, representando a los artistas de siempre, vendan sus “productos” a museos de arte contemporáneo y otras instituciones públicas. Todo un círculo cerrado de poder en el que no faltan los representantes políticos de las distintas administraciones, posando esplendentes para el retrato. Todo queda en casa; continuidad de privilegios para mamones de la teta oficialista. El pescado institucional –que es el único- suele venderse el primer día, aunque ya saben con antelación los que van a vender que es lo que van a vender y a quien se lo van a vender. Después, en gesto magnánimo, se permite al pueblo que pase y vea (solo los dos últimos días), previo pago de una entrada prohibitiva y antipopular. Un cotarro similar al del cine español; gremio de caraduras eternamente subvencionados

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EXTERIOR DE LA IGLESIA

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FACHADA PRINCIPAL DE LA IGLESIA

Interior de la iglesia de Cantoria

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ERMITA DE CANTORIA

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TEATRO SAAVEDRA DE CANTORIA

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PASEO DE CANTORIA

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